13 enero 2008

EL ABORTO: ESPIRITU DE MUERTE


Pr. Oscar J. Reyes
Ministerio Uno en el Señor
La Plata - Buenos Aires - Argentina

“No fue encubierto de ti mi cuerpo, Bien que en oculto fui formado, y entretejido en lo más profundo de la tierra. Mi embrión vieron tus ojos, Y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas Que fueron luego formadas, Sin faltar una de ellas” (sal. 139:15-16)

Distintos informes periodísticos, como por ejemplo el del pasado 23 de agosto de 2007 presentado ante el Senado de la Nación, dan cuenta que la principal causa de muerte materna es el aborto inseguro (diario “Clarín”,24-08.07, p. 33) , no sólo en Argentina sino en América, Africa y Asia “particularmente (en) mujeres pobres que caen en ese tipo de prácticas en lugares de muy mala higiene”.

Es públicamente conocida la existencia de grupos y proyectos de leyes para que el aborto sea descriminalizado, fundamentados en la idea que la madre necesita estar en un lugar higiénico y con buena atención al momento de realizarse el aborto o que el embarazo es producto de un abuso sexual o que ya tiene muchos niños y uno mas agravaría la situación de pobreza o que la mujer tiene derechos sobre su propio cuerpo, etc. etc.

Para entender primariamente sobre el tema, debemos previamente contestar la pregunta “¿Cuándo comienza la vida?”.

Los científicos argentinos mayoritariamente sostienen que la vida comienza cuando el espermatozoide penetra el óvulo (singamia) porque el material genético de ambas células se une por primera vez y forma una única célula, el cigoto. Así comienza la existencia de un ser humano, alojado en el seno de su madre, con vida totalmente independiente de la de ella. Y esta última cuestión, es la que da por tierra con cualquier causa que pretenda legitimizar el aborto, pues, más allá de todo tipo de creencia religiosa o no, se estaría violando el derecho fundamental a la vida de un ser que desde la concepción ya es una persona.-

Así lo entiende nuestra Constitución Nacional a partir de la reforma del año 1994, al reconocer que la vida humana comienza desde el momento mismo de la concepción; el Pacto de San José de Costa Rica y la Convención sobre los Derechos del Niño, legislaciones que integran el cuerpo de nuestra Constitución Nacional (art. 75 inc. 22) mantienen idéntica postura a la de nuestra Carta Magna; por lo tanto, jurídicamente hablando, cualquier ley que pretendiera legitimizar el aborto sea por la causa que sea, estaría conculcando los principios enunciados anteriormente y, por ende, resultaría inconstitucional.

Estemos atentos, no nos dejemos engañar por los medios de comunicación, grupos de feministas radicalizados y personas influyentes, que muy sutilmente plantean que el aborto debería ser despenalizado. Se está construyendo una nueva filosofía atentatoria del derecho a la vida, que permita la destrucción del ser humano aún no-nacido: alcemos nuestras voces para no permitir el asesinato de nonatos.

En otro orden, el tema del aborto, que no es ni más ni menos que la supresión de la continuidad generacional, tiene primordial importancia para la Iglesia Cristiana Evangélica, como agente de transformación de la sociedad a través del Evangelio de Paz. Veamos.

Sabemos que Dios es el autor de la vida:

“Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló sobre su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente” (Gn. 2:7);

Que la vida está en sus manos:

“En sus mano está el alma de todo viviente, y el hálito de todo el género humano” (Job 12:10):

Y que la vida no se debe quitar:

“No matarás” (Ex. 20:13)

Cuando el hombre pretende transformarse en Dios y quita la vida a un no nacido, está pecando, está ASESINANDO a un ser humano totalmente indefenso; está destruyendo Su obra porque todo ser humano está hecho a imagen y semejanza de Dios (Gn. 1:27)

La generalidad de las mujeres que han abortado sufre de problemas físicos, psicológicos y espirituales y cuando llegan a la Iglesia se les presta amorosamente el servicio de consejería para que puedan encontrar el perdón y restaurar, curar, sanar su alma. Esta misión, de vital importancia, es cumplida por todas las Iglesias sin distinción de denominación alguna pero falta la voz profética que se levante para prevenir sobre este flagelo de la humanidad. En este aspecto, la Iglesia no cumple con su rol profético. Ha habido declaraciones sobre el tema de determinadas organizaciones y eso es algo, pero no es suficiente. Debería dedicarse recursos materiales y, por sobre todo, espirituales como la enseñanza bíblica específica; revalorizar el papel de la mujer, ayudar a las madres solteras o con serios problemas en sus embarazos y, además, peticionar a las autoridades por las cuales oramos para que los principios de Dios formen parte de la conciencia de toda sociedad.

La Iglesia Cristiana Evangélica debería manifestar activamente en pro de la vida oponiéndose al espíritu de muerte que trae consigo toda declaración o posición a favor del aborto.-

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